Lo sabemos: hacer la lista de invitados puede ser uno de los capítulos más delicados en la organización de una boda. No solo se trata de contar sillas, sino de ponerle nombre y apellido a cada una -y que se lleven bien entre sí-. Y ahí es cuando empiezan las dudas: ¿invito a esa tía lejana que no veo desde los quince? ¿Incluimos a compañeros de trabajo? ¿Qué hacemos con los plus one?
Depurar la lista no es un acto de frialdad. Al contrario: es una forma de cuidar el alma de tu boda. Porque ese día, más que nunca, querrás estar rodeada de personas que celebren contigo con amor genuino, no por compromiso.

¿Qué te aconseja esta, tu tía se confianza? Ahí les va:
1. Vuelve al propósito
Recuerda que tu boda es un ritual íntimo, incluso si es grande. Hazte esta pregunta clave: ¿me emociona imaginar a esta persona ahí? Si la respuesta te hace dudar, es señal de alerta.
2. Piensa en energía, no en etiquetas
A veces sentimos la obligación de invitar por jerarquía o por historia compartida. Pero más allá del “deber ser”, piensa en quién aporta buena energía a tu vida y quién no. Esa intuición rara vez se equivoca.

3. Define límites claros (y pactados)
Habla con tu pareja y establezcan una regla conjunta: por ejemplo, “no invitamos a personas que no hemos visto en los últimos dos años” o “cada uno puede invitar X personas libres”. Un marco común ayuda a tomar decisiones más objetivas.
4. No es egoísmo
Tener una boda más íntima puede significar más conexión, más tiempo con cada invitado y menos estrés logístico. No estás excluyendo a nadie por capricho, estás priorizando lo que realmente importa: ustedes y su historia.

5. La frase mágica: “queremos algo pequeño”
Si necesitas comunicar una no invitación, esta frase puede ser tu salvavidas. Es amable, honesta y difícil de rebatir. Y lo mejor: transmite que es una decisión de amor, no de rechazo.
Depurar la lista es un acto valiente. ¿Están listos para arrancar?
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